Por JOAQUIN ROMERO DIAZ
Medellín, Colombia 1999
Con un amplio recorrido que inició en Potosí Bolivia donde nace en
1954, Orlando Arias Morales camina hacia el éxito, cultivando la pintura y
aprendiendo desde niño a salvar los obstáculos que la vida le va propinando a cada
instante como cobrando la virtud el don de plasmar maravillosamente sus sueños
en las telas o en las láminas de metal que moldea creando la tridimensionalidad
de una escultura plana y cubista que reúne todo su trabajo realizado hasta hoy.
Iniciamos
el recorrido artístico de Orlando Arias mostrando y describiendo a manera
retrospectiva sus trabajos, sus primeros paisajes figurativos de sutiles
veladuras con algo de cuerpos humanos y animales dejaban ver ya, que su obra
autodidacta llegaría a los mercados internacionales con éxito, por el manejo de
la técnica y la majestuosidad cromática. Desde siempre su trabajo define un
estilo propio que se identifica por los fondos velados, pero en su totalidad
extraído de múltiples colores aplicado veladura tras veladura empastados pero
curiosamente traslúcidos como afirmando la paridad de la oscuridad con la luz.
Luego de sus trabajos apaisados llegan los rostros manchados en una
abstracción figurativa tristes y lánguidos como la misma suerte
latinoamericana, allí la realidad de su momento lo lleva al trabajo de las
aguadas logrando acuarelas figurativas costumbrista de luces bien entonados y
volumetría total donde el reflejo ancestral y las construcciones de adobes son
el detalle primordial que aún conserva. Estas aguadas de Arias lleno de
veladuras aplicadas hasta donde resiste el papel logran impactar precisamente
por auténticas, en el contexto latinoamericano difícilmente se encuentra quien
dibuje y distribuya el color en empastes de aguadas como lo logra este artista
que además de disfrutar logrando sensaciones con su técnica va contagiando al
observador de las costumbres de su tierra, pero no se puede negar el origen
indio de su inspiración, se palpa el embrujo del aire boliviano, medio inca,
medio cholo, pero latinoamericano, al observar los paisajes se escuchan las
quenas, lamento de flautas y quejido de tambores, se nota los andes, se siente
el frío de los valles y montañas suramericanas, de jugar con la acuarela pasa
por el óleo y el acrílico logrando la
misma claridad cromática sin abandonar para nada la temática ni su estilo
peculiar de huellas silenciosas y ancestrales de piedras que perduran con el
tiempo y con su obra de ocres y tierras, de verdes anficales, de azules y sienas
bien logrados en combinaciones de magistral fundido y acabado.
Los rostros de sus coterráneos entregados algunos a la labor del cultivo y otros solo a la
contemplación captan el sentir real de su creador que pronto se aleja de la
tristeza y encuentra la pasión y la belleza en el desnudo femenino, en el
éxtasis y la sutileza de la mujer que capta en su esplendor mostrando su
belleza en pasteles, óleos, acrílicos, mixtas y todas las técnicas la
curvilínea figura femenina surge como la alegría espontánea y dinámica
llena de energía y bondad.
La abstracción total con gran empaste de espátula y transposición
de color llega con la transformación de las texturas a su investigación, de
allí se desprende una etapa de singular
armonía que parte casi en dos su trabajo porque logra un claroscuro sui géneris
imprimando las telas desde el negro
absoluto con chorreones amañados que van guardando simetría y movimiento
descubre una impresión personal a la caracterización de su obra realizada con
acrílico manteniendo sus fondos extraídos de miles de colores aplicados.
Algunos críticos de arte de reconocido renombre latinoamericano han
afirmado que la expresión artística de Arias tiene sentimiento propio y por
encima de todo dramatismo espiritual. Francisco Proaño Arandi, dice: “en la
obra de Arias lo más significativo es el rescate del paisaje andino, de la
atmósfera y la luz propia de estas altas mesetas, de estos valles crepusculares
y dentro de ellos la aprehensión del gesto creativo del hombre”. Federico
Villegas Barrientos escribe todo un Sermón con Esencia de Sándalo y recrea su
texto con frases de importante sublimación, “la naturaleza de Orlando Arias
está impregnado de guitarras, colores y aquelarres, guerras y naufragios
interiores sabia levadura para amasar la escultura de un valor de la plástica
que con el soplo de los días demostrará que solo el delirante, el que sublimiza
el dolor pinta con sangre con relámpagos y tempestades los murales que serán
eternos como la única visión del que a pasado por la vida intensamente como un
hombre desnudo sin superficiales velos de sedas hipócritas. Primero el Ser, por
eso antepongo este sermón de esencia de sándalo para expresar y esperar de
quien ha sido como describo el pintor que demostrará en un futuro no lejano una
obra que por madura y brillante en abstracto caerá del árbol de su vida para
gloria de su patria, como el corazón enamorado y Bolivia como Colombia que
tiene la gloria de un Fernando Botero y Ecuador un Guayasamín tendrá un Arias”.
La preocupación de este eterno trabajador de la plástica por la
transformación del hombre, lo a llevado a expresar en su pintura con elocuencia
y sencillez, hombres bicéfalos, de cuerpos casi etéreos, vaporosos como la conciencia,
pero armónicos como la misma esencia divina del hombre, de ese mismo hombre
casi máquina, que está dejando robotizar su alma y está automatizando su
espíritu, a tal grado que hoy afirma Arias en su más reciente creación donde
incluye también escultura, que el ser humano está tan mecanizado, vive tanto
entre máquinas, de las máquinas y para las máquinas que se está convirtiendo en
una de ellas. Por eso su reciente simbología cubista algo picasiana pero en el
color y la descripción, no en la geometralización de la descomposición de las
formas, que se caracterizan precisamente por todo lo contrario, porque no se
descomponen, sino que se aglutinan y fusionan en cubos, que con mucha fuerza
identifican claramente la intención de enseñar el hombre máquina o la máquina
humana, que sueñan en semicírculos, triángulos y paralelepípedos de múltiple
coloraciones.
Esperamos que esa palomas simbólicas de la anunciación y la entrada
al púlpito, continúen siendo imágenes de una idea concreta, que redunde en más
inspiración de armonía, composición y color, y que la perspectiva último
recurso creativo, instrumento de transformación, lo encaminen al dibujo de
nuevas formas, dictadas por la geometría sin hacer a un lado la percepción.
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