Por FEDERICO VILLEGAS BARRIENTOS
Poeta, escritor y crítico de arte – Medellín 1999
El maestro Orlando Arias Morales, un boliviano sembrado por amor en
Antioquia, después de pasearse por todos los estilos, hoy este pintor nos
entrega con una factura no de primavera refrescante, sino de manera trágica y
hermosa la selva pulmón del mundo.
Definitivamente Orlando es un poeta de la plástica, sus selvas
tienen la soledad de los árboles sin hojas y sin frutos, sin esos charcos de
sombras negras en las raíces llenos de silencio, los troncos desnudos, las
ramas se entrelazan como manos buscando la ternura en la epidermis de un color
matizado por varias luces a la deriva de la savia de la naturaleza, como la
anatomía esquelética que muestra la muerte y el aire de los desiertos, pero con
la fortuna y gracia, el artista hace de estos
elementos la verdadera belleza que
nace de lo extraño, que huye de lo común de lo gregario y le imprime un toque
de asombro, a la selva la deja sin verde, pero con un mágico reflejo de lo que
perdura en la penumbra, convirtiendo en un chamisero de anatomía esquelética
que el pintor retrata, se retuercen en la miseria, cruel espejismo de lo que
ven los ojos de este maestro en esta patria gemela, es el inconsciente de los
habitantes de este ejército humano, se retuerce como una enredadera en dolor y
angustia, por la sequía de justicia, por eso el pintor muestra este drama con
sed y nos embruja por su belleza.
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