Comentario de: FEDERICO VILLEGAS BARRIENTOS
Poeta, Escritor y Crítico de Arte
Medellín, Colombia 1995
Advino en el meridiano de Bolivia
Potosí, en 1954 de pocos meses se trasladó su familia a Cochabamba, ya en sus
primeros años de infancia descubre su afición por el dibujo cualidades
congénitas que demuestra, luego escoge a la más sabia de las maestras, la vida
y en su camino difícil de autodidacta, lleno de ensueños y pesadillas empieza a
mostrar sus trabajos con éxito, expone en varias galerías, en diferentes
ciudades de su país, además en Colombia en las ciudades de Bogotá y Medellín,
en Quito Ecuador, en San José de Costa Rica, en Miami, Estados Unidos, recibiendo
galardones y acogido por la prensa y la crítica como un destacado artista.
En sus comienzos la creatividad
correspondía a su paisaje nativo, conglomerado de casas viejas que se agrupaban
como racimos sosteniéndose una a otra con el diseño de la pobreza y los tejados
en llamas, desnudos, rizados con melancolía, óleos y acuarelas llenos de
sombras y silencios como la ternura simple, así fue la pintura de Arias en sus
inicios, poesía plástica que se encuentra en colecciones particulares de
Latinoamérica, Europa y Estados Unidos.
Fue creciendo como pintor y en estatura
casi hasta llegar a la paz, corpulento, serio y rebelde como un guerrillero de
estrellas. Frente a su caballete parece un refugiado en la soledad atrincherado
disparando colores, investigando formas, haciendo y deshaciendo bocetos y en
sus elucubraciones, y dudas parte hacia nuevos estilos, lo fatiga lo monótono,
quiere ver con todos los ojos y oír con todos los oídos y no quedarse sembrado
como un árbol viejo y académico en el camino rural.
Orlando como todo artista auténtico
tiene un volcán, un fuego interior que lo consume y cuando pinta está en
erupción, dominado por la emoción y el delirio, su pincel se convierte en su
sexto dedo y deja la huella de su ansia estética y el dolor milenario de sus
antepasados ya que Arias afortunadamente tiene flechas en su sangre como la
mayoría de América la cual dispara en su silencio, triste no amargo contra el
paisaje que un día le arrancaran a su raza.
La sensibilidad de este pintor vive
golpeada porque sabe muy bien que en su país el platino se lo arrancaron a la
tierra los ricos, y a falta de pan buena es la hoja de coca para los indios y
que el pueblo de Bolivia en las noches de nostalgia escucha el grito de dolor
que estremeció la selva en donde cayera Ernesto Che Guevara como una descarga
de montaña, por eso entendemos que su naturaleza la de Orlando está impregnada
de guitarras, colores y aquelarres, guerras y naufragios interiores sabia
levadura para amasar la escultura de un valor de la plástica que con el soplo
de los días demostrará que solo el delirante, el que sublimiza el dolor pinta
con sangre con relámpagos y tempestades los murales que serán eternos como la
única visión del que a pasado por la vida intensamente como un hombre desnudo
sin superficiales velos de sedas hipócritas. Primero el Ser, por eso antepongo
este sermón de esencia de sándalo para expresar y esperar de quien ha sido como
describo el pintor que demostrará en un futuro no lejano una obra que por
madura y brillante en abstracto caerá del árbol de su vida para gloria de su
patria, como el corazón enamorado y Bolivia como Colombia que tiene la gloria
de un Fernando Botero y Ecuador un Guayasamín tendrá un Arias. AMEN
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